lunes, 26 de agosto de 2013


Cierta vez un rey, preocupado por el futuro de su reino y pensando que cualidades debería poseer la persona  que lo sucediera en el trono. Tomo la decisión de convocar a un concurso y a cada participante le entrego una semilla, que debía sembrar  y cuidar; para en unos meses presentar la planta que había sembrado, rociado, abonado y cuidado con amor.  Llegó el día esperado y los jóvenes hacían fila para mostrarle al rey la planta, el rey observo una a una y les preguntaba a los participantes que habían hecho para que diera esas hermosas flores, de pronto le llamo la atención al ver un joven que llevaba una matera vacía, se le acercó y le pregunto porque se presentaba al concurso con la matera vacía, el joven le explico que la semilla que él le había entregado, la sembró, cuido, abono e hizo todo lo posible, pero que esa semilla nunca broto, entonces el rey eligió a aquel joven para que fuera su sucesor en el reino, ya que había demostrado ser honesto, pues las semillas que había entregado el rey, no tenían ninguna probabilidad de brotar, pues él  rey las había pasado por agua caliente antes de entregarlas.
La honestidad pone a prueba todos los  valores y solo se adquiere a través de un proceso de vivencia cotidiano; quien actúa con  justicia y  principios éticos en todos los aspectos de su vida, no solo es una persona honesta, sino también integra, transparente, recta y leal  con sus principios y sistema de valores, porque al interiorizar los valores y hacerlos parte de su esencia personal, llega a ser coherente entre lo que dice, piensa y actúa.
Quien aplica y practica la honestidad  en todas las esferas de su vida personal, social, afectiva y laboral, no actúa por simple formalismo o temor a ser descubierto; sino que lo hace por convicción sobre lo que está mal y lo que está bien hacer, además lo hace de manera autónoma en todo momento, lugar y circunstancia. Lo cual hace que inspire confianza y tranquilidad en las demás personas, porque tienen la certeza que respeta el bien ajeno y los derechos de los demás.
En este valor no hay cabida para términos medios, es o no es honrado; es decir que si una persona es calificada como medio honesto, más o menos recto o más o menos honrado, eso da lugar a dudas y por lo tanto se puede determinar que en definitiva no posee el valor de la honestidad. Entonces quien desee poseer la honestidad como virtud, debe practicarla en todos y cada uno de los aspectos más íntimos de la persona, de manera que no lo haga por imposición o temor, sino por convencimiento: al vivir de acuerdo a como piensa y no a que piense de acuerdo a como vive, tratando de justificar su actuar deshonesto.
La persona honesta lo vive en palabras y acciones, al cumplir cabalmente con sus compromisos de estudio, profesionales, familiares, de amistad, sociales, con sus deberes de ciudadano solidario y máximo si está en una posición de liderazgo, ya que es un referente para los demás; entonces no es solo que parezca honest@, sino que lo puedan comprobar.
ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE:
1.       Plantee 5 sentimientos, que le despierta las personas y las actitudes deshonestas.
2.       Reflexione, interprete y escriba que comprende con la siguiente frase: “Aquello que las leyes no prohíben,  puede prohibirlo la conciencia honesta” Séneca.
3.       Haga una lista de 10 beneficios que trae la práctica de la honestidad.

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